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¡DEJA IR LAS MONEDAS!

Mi tía Culi siempre me llevaba para todos lados, era su niña mimada, cuando tenía 7 años en una de esas maravillosas salidas, yo llevaba una carterita llena de monedas. Mi mamá siempre me regalaba billetes, pero a mí me gustaba guardar sólo “medios”,  una moneda que ya no existe en Venezuela, equivalente a (0.25), cuyo valor eran 25 céntimos: Equivalía a un cuarto de bolívar, no valía nada. A esa edad para mi contaba era la cantidad, mientras más medios tenia más feliz era, yo juraba que tenía muchísima plata ahorrada, siempre salía con mis medios que jamás gastaba, era solo la sensación de tener mi cartera llena de “medios”.

Ese día mi tía estacionó el carro,  teníamos que cruzar la calle para ir al cine, había  un tráfico infernal y la típica locura de Caracas;  al cruzar rápido se me cayó mi monedero “Hello kitty”, los medios saltaron por toda la calle, le solté la mano a mi tía, y desesperada me devolví a recoger las monedas desparramadas; de pronto frenó un autobús, mi tía gritó, recuerdo perfectamente que yo estaba en cuclillas, levanté la cabeza y tenía el parachoques del autobús casi en mi frente, el chofer insultó a mi tía, la gente espantada mirando, y yo llorando con los cuatro medios que pude rescatar.

Al pasar el susto, mi tía que siempre ha sido tan buena, me regañaba dulcemente reclamándome que cómo era posible que yo arriesgara mi vida por unas monedas; que el dinero se recupera, pero la vida no.

Nunca he olvidado ese día, cuando siento que estoy “aprehensiva”, casi obsesiva  con una idea fija,  aferrada a algo, o a una situación, me aplico la historia de los medios que perdí. Me viene a la mente el recuerdo de lo que yo creía que era valor, y de lo que pude haber desperdiciado,  en el momento justo, ¡DEJO IR LAS MONEDAS!